LA
VIDA DE UNA MUJER : ANDREA
Me llamo Andrea y
tengo 54 años, nací en la Maternidad de la Ciudad de Barcelona en
el año 1958.
Mis padres Pedro y
Paquita, no nacieron en Cataluña, eran immigrantes. Mi Padre, aunque
nació en Lorca ( Murcia ), vino a Cataluña des de Francia, ya que
la guerra le había trasportado a un campo de refugiados francés,
debido a la época franquista.
Mi padre no
permaneció demasiado tiempo allí; Cuando alcanzó la mayoría de
edad, volvió a España de nuevo, dejándose allí a su madre y a dos
de sus hermanos. Mi madre sin embargo, sí que vino a Cataluña
directamente de Purchena ( Almería ), con la edad de trece años y a
trabajar en una casa donde tenía que cuidar del matrimonio y de sus
tres hijos, dos de ellos mellizos... Allí, en Purchena, se había
dejado a su madre y a una de sus hermanas, que unos años más tarde
vendrían también para Cataluña, ya que su hermana enfermó y
necesitaba de cuidados de sus tres hermanas que residían aquí, y su
madre no se podía hacer cargo de su hija enferma ya que ya era
demasiado mayor. Mi madre, cuando acababa de trabajar en esta casa
donde cuidaba a los niños y donde también hacía las tareas
domésticas, iba a dormir a la vivienda de uno de sus familiares más
próximos. Suerte tuvo por aquellos entonces, de tener a alguien aquí
para poder alojarse, no había nada más reconfortante, me explicó
mi madre, que acabar el trabajo y volver a lo que ahora era tu
hogar.
Pasaron los años,
mi madre ya tenía 18 años. Por casualidades de la vida, y donde
menos te lo esperas, a veces surge el amor, al menos eso creo yo. El
de mi madre y el de mi padre surgió en un velatorio, ustedes dirán
que posiblemente no es el sitio más romántico, esperado o adecuado
para enamorarse, pero así fue, solo con mirarse, eso sí, en muy
pocas ocasiones y con gran disimulo, hicieron efecto las flechas de
Cupido. Allí conoció a mi padre, y a los pocos días se hicieron
novios. Todas las personas que los veían juntos, comentaban la
maravillosa pareja que hacían, lo guapísimo y elegante que era mi
padre, y lo elegante y guapísima que era mi madre. Los dos cogidos
de la mano, mi padre con esos trajes, siempre de color oscuro, tan
bien planchados, y siempre con su corbata tan bien hecha. Mi madre
con esos vestidos siempre oscuros, debido a que debía estar
guardando casi siempre luto, si no por uno por otro, pero eso era una
tradición muy arraigada. Pero dejando de lado esto, ella lucía esos
vestidos de acabado acampanado, donde dejaban vislumbrar esa cintura
de avispa que poseía. Mi padre con sus cabellos siempre cortos y
bien peinados, y mi madre con sus rizos morenos, a veces recogidos
por una o dos orquillas a ambos lados de la cabeza. Ellos no tenían
miedo a comentarios de la gente del pueblo, lucían tan sinceramente
y tan elegantemente ese amor tan profundo que sentían el uno por el
otro, que no daban pie a críticas o chismorreos de la época.
Pasaron unos 4 años
y contrajeron matrimonio, en la iglesia de Vallirana, lugar donde
también estrenaron una de las casitas que estaban terminando de
adecuar para vivir. Al año, nació mi hermano Pedro, y a los tres
años nací yo...
Tuve una infancia
muy feliz, lo único era el pánico que pasaba cuando tenía que ir a
la escuela, como todavía estaba Franco, teníamos que rezar y los
profesores eran tremendos. La verdad es que casi al último curso, es
cuando fui a una clase mixta, niños y niñas en una misma clase,
porque anteriormente, no estaba ese tema ni para mencionarlo.
Fui creciendo poco a
poco, y también fueron creciendo mis responsabilidades. Mi abuela
por parte de padre, vivía con nosotros después de que viniera años
atrás de Francia, dejándose a Juan, el hermano de mi padre viviendo
allí, y casado con una de las hijas del cocinero del campo de
refugiados y a Isabel una de sus hijas y hermana de mi padre. Mi
abuela con los años fue empeorando, y la verdad, sentía debilidad
por mi hermano Pedro y a mi no me podía ni ver, pero yo era la
responsable de que ella estuviera bien, era la nena, o sea, la que
tenia que ayudar a la mama. Yo estaba con mi abuela a todas horas,
por ejemplo: a la hora de dormir juntas, de tener cuidado con ella,
también a la hora de que las dos nos quedáramos solas etc. De esta
manera y como ya he comentado antes, así podía ayudar a mi madre,
que ahora trabajaba hasta la tarde en una empresa de Molins de Rei, y
a mi padre el cual trabajaba en una empresa haciendo tochos, donde
casi siempre alguna de las personas de casa le llevábamos la comida
hasta la empresa para que no tuviera que venir y luego marchar.
Fue pasando el
tiempo, y cuando yo cumplí 14 y mi hermano 17 tuvimos que dejar los
estudios, debido a que mi padre enfermó de tuberculosis y tuvo que
ingresar durante dos años en un sanatorio, donde con frecuencia lo
íbamos a visitar nosotros, y la mayoría de la gente del pueblo.
Mi padre era
enormemente querido y respetado por todos, nunca se metía en jaleos,
ni en chismorreos, ni era hombre de bares, era un hombre trabajador,
buen padre, buen esposo, buen hijo, y del hogar. Era un hombre fuerte
y a la vez con un sentido de la lógica increíble.
Pues bien, en esa
época tuve que arrimar el hombro en casa, con mi abuela, y con el
salario que ganaba en una tienda trabajando de cajera.
Mi hermano, se pasó
17 años trabajando como Tornero, para así poder ayudar también.
Ayudar a mi madre,
estar por mi abuela, trabajar, visitar cada fin de semana a mi padre,
esas eran mis salidas, aunque cuando venían mis primas de Molins de
Rei también a ver a mi padre, y que eran hijas de una de las
hermanas mayores de mi madre, al menos podía salir un poco de la
rutina, e intercambiar sueños, ilusiones, que como toda chica joven
tenía... Así como también a mi queridísima amiga de la infancia
Pilar que todavía la conservo, y que éramos y seguimos siendo uña
y carne, que buenas veladas habíamos pasado en la infancia, cuando
todo, menos el colegio,parecía tan perfecto... Bueno, para ella no
lo fue tanto, cuando apareció mi hermano, según me dijeron, ya que
antes de su nacimiento ella era la preferida de mi padre, pero claro
luego fue su hijo el preferido... Creo que todavía, y aunque han
pasado muchos años, todavía le guarda cierto rencor.
Una tarde, en fechas
Navideñas, alguien tocó la puerta, mi madre estaba pintando nuestra
casa como podía, ya que mi padre estaba ingresado y teníamos todos
los muebles por en medio, la verdad es que no esperábamos a nadie,
no como tiempo atrás, que la casa se nos llenaba de familiares
franceses invitados por nosotros,y nos lo teníamos que montar como
podíamos y gracias a la ayuda de nuestra vecina más querida Binda,
que siempre se brindaba a ayudarnos en todo, y la cual era la madre
de mi mejor amiga Pilar.
Así que mi madre,
en ese instante y con las manos llenas de pintura, se bajó de la
escalera, y se dirigió hacia la puerta...
- ¿ Quién es ?
- Nada, no obtuvo respuesta. Así que abrió la puerta.
- He venido a pasar un día con mi familia. ¡ Era mi padre! ¡Que gran sorpresa!
- Nos abalanzamos los tres encima de él, y luego él, dejando las maletas en el recibidor de casa se dirigió a darle un tierno abrazo y un gran beso a mi abuela.
- ¿Qué haces tu aquí ? Le preguntó mi madre.
- Mi padre risueño le dijo: Si quieres me voy otra vez.
- Y mi madre le dio otro enorme abrazo.
- ¡ Cuánto te estamos echando de menos!
- Lo sé. Por eso he querido daros esta pequeña sorpresa y más en estas fechas, ya que me han dado permiso, porque ven que me estoy recuperando bien... pero eso si, no puedo mantener demasiado contacto con vosotros porque todavía hay peligro de contagio.
- Gracias a Dios. - Exclamó mi madre- ¿ Así que los médicos dicen que estas mejor?
- Sí, dicen que aproximadamente me quedan unos seis meses para salir del sanatorio. Luego tendré que ir a hacerme revisiones rutinarias.
Aquel día no se me
olvidará en la vida, una de las mejores sorpresas que he tenido en
mi vida, ver a mi padre en casa aquel día de fiestas Navideñas.
Al día siguiente
tuvo que volver, pero tal y como dijo a los seis meses volvió, y
volvió con más fuerzas que nunca. Preocupado por la economía
familiar, se incorporó a su puesto de trabajo enseguida, a las dos
semanas si no recuerdo mal.
En esa época, en
que mi padre estuvo ingresado, mi madre, gracias a su tenacidad, su
constancia, su voluntad, nos había sacado a todos adelante. Nosotros
dos, mi hermano y yo, seguíamos trabajando.
Mi hermano a los 17
años de estar en esa empresa del metal, pidió la cuenta, porque no
podía más con la presión a la que se veía sometido, sin poder
hablar, ni casi fumarse un cigarrillo entre horas, y eso que hacía
12 horas diarias. Yo al cumplir los 16, me fui también del
supermercado, y empecé a trabajar en un laboratorio. Ahora parecía
que las cosas iban mejor... Pero, al poco tiempo, volvieron a no ir
tan bien. Mi abuela falleció... y mi padre, aunque era muy fuerte,
quedó tremendamente afectado, eran muchos años con ella en casa
conviviendo.
Ahora es cuando
entra en juego Ángel, el que fuera el gran amigo de mi padre... y
marido de la mejor amiga y vecina de mi madre Binda, antes
mencionada. Pasaban horas enteras, jugando al ajedrez, no se me
olvidarán aquellas partidas interminables, donde los corte de helado
se derretían encima del tablero, donde en más de una ocasión mi
padre pensaba que su corte de helado era uno de los cigarrillos que
fumaba, y lo sacudía en el cenicero y como Ángel, bellísima
persona,pero con muy mal perder, cuando iba viendo que aquella
partida ya estaba perdida para él, cogía el bote de bicarbonato y
se lo empinaba en la cocina de nuestra casa.
Cuando era la hora
de comer, a veces no nos quedaba más remedio que ir a casa de
Binda, y comer allí, porque no se les podía interrumpir en su
juego.
Era una amistad
tremendamente sincera y respetuosa, pero con un final trágico.
Ángel murió a los
pocos años debido a un error médico. Mi padre, al ver el cuerpo sin
vida de su gran amigo no dijo absolutamente nada, tan solo cayeron
por sus mejillas dos lágrimas. Nunca antes había visto llorar a mi
padre. Sin duda, la muerte de su madre fue un gran golpe para él,
pero la de Ángel, no la esperábamos nadie.
Pasaron los meses...
Ahora que había
fallecido mi abuela, y mi padre recuperado del todo, ya estaba
trabajando con el ritmo normal, mi madre ya pudo descansar de hacer
trucos de magia para pasar el mes. Y mi hermano y yo, aunque
seguíamos trabajando, ahora ya teníamos algo más de tiempo libre.
Mis padres nos dejaban salir los fines de semana, eso si, a una hora
determinada, al menos para mí, mi hermano, no se por qué le
permitían llegar mas tarde, y eso que los dos ya éramos mayores de
edad.
En una de esas
salidas, conocí a Manolo, mi actual marido, un joven apuesto, guapo,
y muy divertido... tardé unos meses en presentárselo a mis padres,
y bueno, la cosa fue bien, aunque mi padre cuando cogió un poco más
de confianza, le iba dando tiritos, como por ejemplo ¿ cuándo te
vas a cortar el pelo ? Ya que Manolo llevaba el pelo largo. O bien,
cuando veían un partido de fútbol juntos, mi padre miraba de reojo
a mi novio,cuando por ejemplo marcaba el barça, o bien el Real
Madrid hacía alguna falta... ya que mi padre era del Barça, y mi
novio del Real Madrid...
Todo iba bien por
aquellas fechas,menos en el mundo laboral, donde habían problemas de
huelgas, y con los grises que nos impedían reivindicar nuestros
derechos laborales,por ejemplo,en el caso de la mujer, sentíamos
pánico a quedarnos embarazadas, en mi caso, no solo a lo que diría
mi padre, si no también porque era motivo seguro de despido, etc.
Conseguimos con nuestra lucha, y después de haber recibido muchos
palos, muchos derechos, que ahora, por ejemplo, la juventud los ha
vuelto a perder y tienen que volver a luchar,como por ejemplo, el
derecho a poder abortar, en el caso de las mujeres etc.
Al cabo de los 4
años de conocer a mi actual marido, y de haber cambiado de nuevo de
trabajo por voluntad propia, decidimos casarnos.
Al año, vino mi
niña, que se llama Ana y que ahora tiene 29 años, toda una mujer.
Yo, seguía con la
lucha por el trabajo, pero ahora también le tocaba a mi marido,
recién casados, y recién nacida nuestra pequeña Ana, lo
despidieron de la empresa, pero encima sin percibir ni un duro,por
declararse en quiebra. Así que solo teníamos mi sueldo.
Gracias a Dios, años
antes, mis padres habían comprado el piso donde nosotros tres
vivíamos en aquel momento, sin pagar nada por él, para nosotros fue
el piso y para mi hermano un coche.
Siempre hablábamos
cosas de esta índole entre nosotros cuatro,mi hermano, mi madre, mi
padre y yo, así no habían decisiones tomadas a la ligera y sin
contar con la opinión de todos, si se podían evitar malos
entendidos se hacía.
Fuimos avanzando en
el tiempo, y a mi marido le iban surgiendo trabajos de años, después
volvía a estar parado, luego alguno de algunos meses, y así fuimos
tirando. Se puede decir que una de las cosas que heredé de mi madre
mientras mi padre estaba en el sanatorio, fue hacer peripecias con
los números. Aún y así, mis padres siempre me pagaban el médico
de mi hija, ya que padeció los primeros años de vida un extraño
virus que le hacía ahogarse de repente y quedarse casi inconsciente.
Pero uno de los
momentos más trágicos en mi vida, fue cuando se fue uno de los
mayores apoyos que he tenido en la vida, mi padre. Y fue un 6 de
Enero de 1984. El mismo día de Reyes. Esto no solo marcó a toda la
familia, si no que a mi hija la dejó marcada para siempre.
Cuando mi hija ya
era más mayor, y mi marido se puede decir que ya tenía un empleo
más o menos fijo, entonces se volvió a torcer la cosa. Entre la
empresa donde estaba por aquel entonces y los sindicatos, hubieron
acuerdos, y nos vendieron a bastantes personas. Casi todos creíamos
que no estaríamos en la lista para irnos al paro, así que
firmábamos un acuerdo donde se nos prometía, a través del
sindicato, que se nos defendería. ¡Nunca tuvimos que firmar, nunca!
Cuando firmamos, firmábamos nuestra sentencia. Nuestra sorpresa fue
el ver que todas las promesas eran incumplidas, y que estábamos en
la lista para salir, ya antes de que firmáramos esto. Todo ya estaba
pactado.
Sentí tanta
impotencia, y tanto rencor, que a medida que han ido pasando los años
he ido dejando de creer más en el sistema.
Mi hija, ya tenía
doce años, pero seguía siendo menor de edad, y necesitaba de
nosotros, mi madre poco podía mantenerse con lo que le había
quedado, y bastante hizo toda su vida, los padres de mi marido nos
ayudaron en cuanto pudieron, ya no podíamos hacer nada mas.
Y, entre todo este
viene y va de acontencimientos, me quedé embarazada de mi segundo
hijo, Andrés. Una sorpresa y una gran alegría, a la vez que pensaba
en los muchos gastos que se ocasionarían, pero era un niño deseado,
y lucharíamos como hasta ahora, todos juntos.
Pasaron dos años,
cuando a mi suegro le diagnosticaron un cáncer de faringe, al año,
falleció. Un terrible episodio para todos nosotros, y en especial
para mi marido, que quedó muy afectado, no solo porque era su padre,
si no porque estuvieron trabajando muchos años en la misma empresa,
viéndose cada día, compartiendo muchas horas. Siempre había habido
tanto amor y respeto entre ellos... Mi suegro era una grandísima
persona.
Pasaban los meses, y
mi hijo iba creciendo, al igual que mi hija.
La verdad, no se si
me podrían considerar una mujer coraje o no, pero he luchado
muchísimo, la verdad.
Mi hija durante su
adolescencia, empezó con problemas de bulimia, y también de baja
autoestima, depresiones, etc. Así que ahora nos tocaba ir de
psiquiatras y de psicólogos, para ella. Con tan solo 11 años,
recuerdo que ya la empezaron a medicar con ansiolíticos,
antidepresivos, etc. Pero no mejoraba. Pasaron los años, y mi hija
seguía con problemas. Era una niña de estudiar mucho, sacar muy
buenas notas, fue a la Universidad mientras se lo compaginaba con el
trabajo y las prácticas, y terminó los estudios de Magisterio.
Pero un día fatídico la cosa cambió de golpe, debido a una
medicación, mi hija se quedó como si no estuviera en este mundo, no
coordinaba bien el habla con nada, ni podía andar bien. La llevamos
al psiquiatra que nos aconsejó uno de mis cuñados, y éste le
diagnosticó TLP, Trastorno Límite de Personalidad. Indudablemente,
a mi hija la despidieron, sin apenas darle ni un duro porque estuvo
trabajando en negro más de dos años y sólo cotizó 6 meses, y 1
año de una pizzería. Así que los viajes a médicos, y el vaivén
de medicación, fue el comienzo de una nueva pero nada agradable
etapa para ella, pero también para nosotros por la parte que nos
toca. Las medicaciones iban variando, según su estado, pero tuvimos
que ingresarla por dos veces en un centro de salud mental porque ella
no mejoraba, le daban brotes de agresividad que no podían
controlarse con medicación ni en casa, y por eso tuvimos que tomar
esa decisión entre el médico y nosotros. Claro está, mi hijo
pequeño, lo iba captando todo, lo iba absorviendo, y mientras mi
hija se iba poniendo mejor, entonces fue él quien tuvo que recibir
ayuda.
Mi marido, ahora
con un nuevo empleo, en cuanto podía me acompañaba en el sinfín de
médicos.
Ahora, parece que
todo está más estable, han pasado 5 años, y bueno, mi hija sigue
en tratamiento por la misma enfermedad y mi hijo va de vez en cuando
a una psicóloga para que le ayude a afrontar pequeños problemas que
le puedan surgir.
Ahora toca el turno
para mi madre y mi hermano. Ya no residen en aquella casa de
alquiler, resulta que la propietaria falleció, y se la dejó en
herencia a uno de sus nietos, el cual alegó estar divorciado, cosa
que se demostró que no era verdad, pero no valieron las pruebas
demostradas por nuestro detective contratado para los juicios.
Así que los echaron
a los dos, en menos de cuatro días. Intenté recurrir como más de 4
veces, pero la respuesta siempre era mala para nosotros, así que al
final, nos trasladamos a un piso de precio protegido, vendiendo antes
el piso que nos cedieron con todo el amor del mundo mi padre y mi
madre, y arreglamos con parte del dinero una pequeña casa, situada
en una de las poblaciones vecinas, y que se nos dio en herencia hace
mucho tiempo, años. Así que mi madre se quedó con nosotros, y mi
hermano se fue a vivir allí una vez terminada, de mientras también
estaba con nosotros.
Ahora durante el día
estamos todos juntos. Ana sigue estable, mi hijo también, mi madre
quedó en una silla de ruedas hace más de cinco años; Echarla de su
casa, la mató. Y yo, su hija, me hago responsable de ella todas las
horas del día que puedo, porque por la tarde tengo que ir a
trabajar. Mi marido ya tiene 57 años, no tiene empleo, así que la
única prestación que cobra es la del paro. Y vivimos con estos dos
sueldos, el mío de media jornada, y el de mi marido. Nada más.
Para un total de 6
personas. Mi trabajo de ama de casa no es reconocido, ni el de
cocinera. Es una pena, pero no me siento reconocida. Ahora mismo, me
encuentro agotada psíquica y físicamente de tanta lucha a mis
espaldas. Lo único que me gratifica es lo feliz que me hace mi madre
cuando por ejemplo le doy el desayuno, y me responde con una sonrisa,
o me dice: “ Si no fuera por ti, hija mía” Pero el trabajo de
casa es muy desagradecido, bueno, y el del trabajo también, cada vez
te exigen más, por el mismo sueldo, y tienes que aguantar porque si
no, no tienes para alimentar a tu familia.
Mi hija, no nos
puede ayudar demasiado económicamente, aunque nos ayuda, porque
tiene sus propios gastos, y mi hijo ahora está estudiando, y
prefiero que se saque los estudios bien, sin mezclarlos con muchas
cosas.
Por eso, al ver la
evolución de mi vida, pienso: “ He sido feliz, pero en toda mi
vida me he dado cuenta que la felicidad es puntual, y que sin lucha
no hay frutos, lucha por la familia, lucha por la vida, lucha por el
trabajo, en definitiva lucha por la disgnidad como mujer, como
persona.
No quiero,
desprestigiar en ningún momento, el papel que han tenido los
hombres. Que he visto, que conozco o/y que han convivido conmigo.
Ellos trabajaban en la época en la que yo era más pequeña, y eran
los que aportaban la mayoría del dinero a casa, pero en este aspecto
mi madre nunca flaqueó, cuando tuvo que trabajar lo hizo, antes de
estar con mi padre, en una casa sirviendo ( que era lo más habitual
para las muchachas sin apenas estudios, en de la época ) y mientras
estaba con mi padre, cuando él cayó enfermo, por ejemplo, nos
cuidaba a todos los que estábamos en casa. Como ya he contado con
anterioridad, mi hermano y yo, éramos los que aportábamos el dinero
en casa en aquella mala época.
Yo, la verdad es que
cuando comencé a trabajar, ya no paré, ni teniendo familia.
Trabajaba y trabajo el doble, dentro y fuera de casa.
Los derechos de la
mujer, pienso que se han visto violentamente dañados con el tema de
la igualdad de género, a nivel personal creo que ahora trabajamos
más. Es cierto también, que hay parejas que se combinan a la
perfección, el trabajo de los dos con la casa, pero eso cuando mis
hijos eran más pequeños no pasaba, al menos en mi caso. Ahora mis
hijos ya son grandes, pero por el tema de la crisis, da la casualidad
que la única que ha conservado el puesto de trabajo soy yo, y claro,
ahora me tengo que combinar, por las mañanas la casa, y todo lo que
conlleva, y por la tarde el trabajo. A parte de estar por las
necesidades de la familia. Mi marido me ayuda en lo que medianamente
me puede ayudar, y ya es mucho, pero aún necesitaría una bocanada
de aire fresco de vez en cuando y alguna ayuda más... Así que
mezclando los derechos, con las obligaciones y la igualdad, creo que
hemos salido perdiendo en algunos aspectos, como los del ejemplo que
he dado.
Por eso me hago esta
pregunta: ¿ Derechos? Posiblemente, los de ocupar cargos públicos o
no públicos que antes eran impensables, el poder votar, el poder
trabajar fuera de casa, etc. Pero, que el machismo sigue presente en
muchos sitios, sí, en muchas casas, también... Muchos hombres
todavía creen que somos sus madres, sus sirvientas o bien que pueden
“ abusar” de nosotras. En algunos aspectos, o nosotras nos hemos
espabilado mucho, o ellos no han evolucionado, por comodidad, por la
enseñanza que han recibido des de pequeños mezclada con la
educación que han percibido de sus casas, porque algunos se creen “
macho men” y que pueden hacer con nosotras lo que quieran,etc. Al
menos algunos casos pueden identificarse con los ejemplos que estoy
poniendo, seguro que alguno en nuestro entorno conocemos. En
compañeras/os de trabajo, en amigas/os, en familiares, etc.
Así que los
derechos penden de una cuerda, en muchas ocasiones.
Mientras pasan los
días de mi vida, esperaré entender realmente en qué hemos
evolucionado realmente las mujeres. Si se están cumpliendo
realmente, los derechos fundamentales de la mujer que también van
ligados con los derechos de cualquier ser humano. No nos quedemos en
los derechos superfluos, y profundicemos en los derechos de la mujer
de a pie, y si éstos se cumplen.
La dignidad de la
mujer, no debe ser mayor ni menor a la del hombre, al igual que los
derechos u obligaciones, pero deben ser una realidad palpable. Hemos
evolucionado, quizás, pero miremos la vida del día a día, la
convivencia dentro del seno de una familia, de un trabajo, los roles
que adoptan o que ya se le han adjudicado a cada uno, etc. Y nos
daremos cuenta posiblemente que algunas mujeres, todavía viven
encadenadas injustamente en un pasado. Un pasado que en teoría
tenía que ser historia para aprender a no cometer los mismos
errores, pero que sin embargo, estamos bordando con oro en el
presente, los NO derechos que un día logramos suprimir de nuestras
vidas.
Un día luchábamos
por tener lo que ahora, poco a poco, el sistema nos está quitando,
recortando, modificando. Tenemos que considerar que no fue una lucha
en vano, y que debemos volver a luchar por aquello que perdimos un
día, y también por aquello que aún nos queda. Si tiramos la
toalla, lo habremos perdido todo. LA DIGNIDAD.
Andrea
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