miércoles, 28 de noviembre de 2012



LA VIDA DE UNA MUJER : ANDREA


Me llamo Andrea y tengo 54 años, nací en la Maternidad de la Ciudad de Barcelona en el año 1958.
Mis padres Pedro y Paquita, no nacieron en Cataluña, eran immigrantes. Mi Padre, aunque nació en Lorca ( Murcia ), vino a Cataluña des de Francia, ya que la guerra le había trasportado a un campo de refugiados francés, debido a la época franquista.
Mi padre no permaneció demasiado tiempo allí; Cuando alcanzó la mayoría de edad, volvió a España de nuevo, dejándose allí a su madre y a dos de sus hermanos. Mi madre sin embargo, sí que vino a Cataluña directamente de Purchena ( Almería ), con la edad de trece años y a trabajar en una casa donde tenía que cuidar del matrimonio y de sus tres hijos, dos de ellos mellizos... Allí, en Purchena, se había dejado a su madre y a una de sus hermanas, que unos años más tarde vendrían también para Cataluña, ya que su hermana enfermó y necesitaba de cuidados de sus tres hermanas que residían aquí, y su madre no se podía hacer cargo de su hija enferma ya que ya era demasiado mayor. Mi madre, cuando acababa de trabajar en esta casa donde cuidaba a los niños y donde también hacía las tareas domésticas, iba a dormir a la vivienda de uno de sus familiares más próximos. Suerte tuvo por aquellos entonces, de tener a alguien aquí para poder alojarse, no había nada más reconfortante, me explicó mi madre, que acabar el trabajo y volver a lo que ahora era tu hogar.

Pasaron los años, mi madre ya tenía 18 años. Por casualidades de la vida, y donde menos te lo esperas, a veces surge el amor, al menos eso creo yo. El de mi madre y el de mi padre surgió en un velatorio, ustedes dirán que posiblemente no es el sitio más romántico, esperado o adecuado para enamorarse, pero así fue, solo con mirarse, eso sí, en muy pocas ocasiones y con gran disimulo, hicieron efecto las flechas de Cupido. Allí conoció a mi padre, y a los pocos días se hicieron novios. Todas las personas que los veían juntos, comentaban la maravillosa pareja que hacían, lo guapísimo y elegante que era mi padre, y lo elegante y guapísima que era mi madre. Los dos cogidos de la mano, mi padre con esos trajes, siempre de color oscuro, tan bien planchados, y siempre con su corbata tan bien hecha. Mi madre con esos vestidos siempre oscuros, debido a que debía estar guardando casi siempre luto, si no por uno por otro, pero eso era una tradición muy arraigada. Pero dejando de lado esto, ella lucía esos vestidos de acabado acampanado, donde dejaban vislumbrar esa cintura de avispa que poseía. Mi padre con sus cabellos siempre cortos y bien peinados, y mi madre con sus rizos morenos, a veces recogidos por una o dos orquillas a ambos lados de la cabeza. Ellos no tenían miedo a comentarios de la gente del pueblo, lucían tan sinceramente y tan elegantemente ese amor tan profundo que sentían el uno por el otro, que no daban pie a críticas o chismorreos de la época.

Pasaron unos 4 años y contrajeron matrimonio, en la iglesia de Vallirana, lugar donde también estrenaron una de las casitas que estaban terminando de adecuar para vivir. Al año, nació mi hermano Pedro, y a los tres años nací yo...
Tuve una infancia muy feliz, lo único era el pánico que pasaba cuando tenía que ir a la escuela, como todavía estaba Franco, teníamos que rezar y los profesores eran tremendos. La verdad es que casi al último curso, es cuando fui a una clase mixta, niños y niñas en una misma clase, porque anteriormente, no estaba ese tema ni para mencionarlo.
Fui creciendo poco a poco, y también fueron creciendo mis responsabilidades. Mi abuela por parte de padre, vivía con nosotros después de que viniera años atrás de Francia, dejándose a Juan, el hermano de mi padre viviendo allí, y casado con una de las hijas del cocinero del campo de refugiados y a Isabel una de sus hijas y hermana de mi padre. Mi abuela con los años fue empeorando, y la verdad, sentía debilidad por mi hermano Pedro y a mi no me podía ni ver, pero yo era la responsable de que ella estuviera bien, era la nena, o sea, la que tenia que ayudar a la mama. Yo estaba con mi abuela a todas horas, por ejemplo: a la hora de dormir juntas, de tener cuidado con ella, también a la hora de que las dos nos quedáramos solas etc. De esta manera y como ya he comentado antes, así podía ayudar a mi madre, que ahora trabajaba hasta la tarde en una empresa de Molins de Rei, y a mi padre el cual trabajaba en una empresa haciendo tochos, donde casi siempre alguna de las personas de casa le llevábamos la comida hasta la empresa para que no tuviera que venir y luego marchar.
Fue pasando el tiempo, y cuando yo cumplí 14 y mi hermano 17 tuvimos que dejar los estudios, debido a que mi padre enfermó de tuberculosis y tuvo que ingresar durante dos años en un sanatorio, donde con frecuencia lo íbamos a visitar nosotros, y la mayoría de la gente del pueblo.
Mi padre era enormemente querido y respetado por todos, nunca se metía en jaleos, ni en chismorreos, ni era hombre de bares, era un hombre trabajador, buen padre, buen esposo, buen hijo, y del hogar. Era un hombre fuerte y a la vez con un sentido de la lógica increíble.
Pues bien, en esa época tuve que arrimar el hombro en casa, con mi abuela, y con el salario que ganaba en una tienda trabajando de cajera.

Mi hermano, se pasó 17 años trabajando como Tornero, para así poder ayudar también.
Ayudar a mi madre, estar por mi abuela, trabajar, visitar cada fin de semana a mi padre, esas eran mis salidas, aunque cuando venían mis primas de Molins de Rei también a ver a mi padre, y que eran hijas de una de las hermanas mayores de mi madre, al menos podía salir un poco de la rutina, e intercambiar sueños, ilusiones, que como toda chica joven tenía... Así como también a mi queridísima amiga de la infancia Pilar que todavía la conservo, y que éramos y seguimos siendo uña y carne, que buenas veladas habíamos pasado en la infancia, cuando todo, menos el colegio,parecía tan perfecto... Bueno, para ella no lo fue tanto, cuando apareció mi hermano, según me dijeron, ya que antes de su nacimiento ella era la preferida de mi padre, pero claro luego fue su hijo el preferido... Creo que todavía, y aunque han pasado muchos años, todavía le guarda cierto rencor.

Una tarde, en fechas Navideñas, alguien tocó la puerta, mi madre estaba pintando nuestra casa como podía, ya que mi padre estaba ingresado y teníamos todos los muebles por en medio, la verdad es que no esperábamos a nadie, no como tiempo atrás, que la casa se nos llenaba de familiares franceses invitados por nosotros,y nos lo teníamos que montar como podíamos y gracias a la ayuda de nuestra vecina más querida Binda, que siempre se brindaba a ayudarnos en todo, y la cual era la madre de mi mejor amiga Pilar.
Así que mi madre, en ese instante y con las manos llenas de pintura, se bajó de la escalera, y se dirigió hacia la puerta...
  • ¿ Quién es ?
  • Nada, no obtuvo respuesta. Así que abrió la puerta.
  • He venido a pasar un día con mi familia. ¡ Era mi padre! ¡Que gran sorpresa!
  • Nos abalanzamos los tres encima de él, y luego él, dejando las maletas en el recibidor de casa se dirigió a darle un tierno abrazo y un gran beso a mi abuela.
  • ¿Qué haces tu aquí ? Le preguntó mi madre.
  • Mi padre risueño le dijo: Si quieres me voy otra vez.
  • Y mi madre le dio otro enorme abrazo.
  • ¡ Cuánto te estamos echando de menos!
  • Lo sé. Por eso he querido daros esta pequeña sorpresa y más en estas fechas, ya que me han dado permiso, porque ven que me estoy recuperando bien... pero eso si, no puedo mantener demasiado contacto con vosotros porque todavía hay peligro de contagio.
  • Gracias a Dios. - Exclamó mi madre- ¿ Así que los médicos dicen que estas mejor?
  • Sí, dicen que aproximadamente me quedan unos seis meses para salir del sanatorio. Luego tendré que ir a hacerme revisiones rutinarias.

Aquel día no se me olvidará en la vida, una de las mejores sorpresas que he tenido en mi vida, ver a mi padre en casa aquel día de fiestas Navideñas.
Al día siguiente tuvo que volver, pero tal y como dijo a los seis meses volvió, y volvió con más fuerzas que nunca. Preocupado por la economía familiar, se incorporó a su puesto de trabajo enseguida, a las dos semanas si no recuerdo mal.
En esa época, en que mi padre estuvo ingresado, mi madre, gracias a su tenacidad, su constancia, su voluntad, nos había sacado a todos adelante. Nosotros dos, mi hermano y yo, seguíamos trabajando.
Mi hermano a los 17 años de estar en esa empresa del metal, pidió la cuenta, porque no podía más con la presión a la que se veía sometido, sin poder hablar, ni casi fumarse un cigarrillo entre horas, y eso que hacía 12 horas diarias. Yo al cumplir los 16, me fui también del supermercado, y empecé a trabajar en un laboratorio. Ahora parecía que las cosas iban mejor... Pero, al poco tiempo, volvieron a no ir tan bien. Mi abuela falleció... y mi padre, aunque era muy fuerte, quedó tremendamente afectado, eran muchos años con ella en casa conviviendo.

Ahora es cuando entra en juego Ángel, el que fuera el gran amigo de mi padre... y marido de la mejor amiga y vecina de mi madre Binda, antes mencionada. Pasaban horas enteras, jugando al ajedrez, no se me olvidarán aquellas partidas interminables, donde los corte de helado se derretían encima del tablero, donde en más de una ocasión mi padre pensaba que su corte de helado era uno de los cigarrillos que fumaba, y lo sacudía en el cenicero y como Ángel, bellísima persona,pero con muy mal perder, cuando iba viendo que aquella partida ya estaba perdida para él, cogía el bote de bicarbonato y se lo empinaba en la cocina de nuestra casa.
Cuando era la hora de comer, a veces no nos quedaba más remedio que ir a casa de Binda, y comer allí, porque no se les podía interrumpir en su juego.
Era una amistad tremendamente sincera y respetuosa, pero con un final trágico.
Ángel murió a los pocos años debido a un error médico. Mi padre, al ver el cuerpo sin vida de su gran amigo no dijo absolutamente nada, tan solo cayeron por sus mejillas dos lágrimas. Nunca antes había visto llorar a mi padre. Sin duda, la muerte de su madre fue un gran golpe para él, pero la de Ángel, no la esperábamos nadie.
Pasaron los meses...
Ahora que había fallecido mi abuela, y mi padre recuperado del todo, ya estaba trabajando con el ritmo normal, mi madre ya pudo descansar de hacer trucos de magia para pasar el mes. Y mi hermano y yo, aunque seguíamos trabajando, ahora ya teníamos algo más de tiempo libre. Mis padres nos dejaban salir los fines de semana, eso si, a una hora determinada, al menos para mí, mi hermano, no se por qué le permitían llegar mas tarde, y eso que los dos ya éramos mayores de edad.

En una de esas salidas, conocí a Manolo, mi actual marido, un joven apuesto, guapo, y muy divertido... tardé unos meses en presentárselo a mis padres, y bueno, la cosa fue bien, aunque mi padre cuando cogió un poco más de confianza, le iba dando tiritos, como por ejemplo ¿ cuándo te vas a cortar el pelo ? Ya que Manolo llevaba el pelo largo. O bien, cuando veían un partido de fútbol juntos, mi padre miraba de reojo a mi novio,cuando por ejemplo marcaba el barça, o bien el Real Madrid hacía alguna falta... ya que mi padre era del Barça, y mi novio del Real Madrid...
Todo iba bien por aquellas fechas,menos en el mundo laboral, donde habían problemas de huelgas, y con los grises que nos impedían reivindicar nuestros derechos laborales,por ejemplo,en el caso de la mujer, sentíamos pánico a quedarnos embarazadas, en mi caso, no solo a lo que diría mi padre, si no también porque era motivo seguro de despido, etc. Conseguimos con nuestra lucha, y después de haber recibido muchos palos, muchos derechos, que ahora, por ejemplo, la juventud los ha vuelto a perder y tienen que volver a luchar,como por ejemplo, el derecho a poder abortar, en el caso de las mujeres etc.
Al cabo de los 4 años de conocer a mi actual marido, y de haber cambiado de nuevo de trabajo por voluntad propia, decidimos casarnos.
Al año, vino mi niña, que se llama Ana y que ahora tiene 29 años, toda una mujer.

Yo, seguía con la lucha por el trabajo, pero ahora también le tocaba a mi marido, recién casados, y recién nacida nuestra pequeña Ana, lo despidieron de la empresa, pero encima sin percibir ni un duro,por declararse en quiebra. Así que solo teníamos mi sueldo.
Gracias a Dios, años antes, mis padres habían comprado el piso donde nosotros tres vivíamos en aquel momento, sin pagar nada por él, para nosotros fue el piso y para mi hermano un coche.
Siempre hablábamos cosas de esta índole entre nosotros cuatro,mi hermano, mi madre, mi padre y yo, así no habían decisiones tomadas a la ligera y sin contar con la opinión de todos, si se podían evitar malos entendidos se hacía.
Fuimos avanzando en el tiempo, y a mi marido le iban surgiendo trabajos de años, después volvía a estar parado, luego alguno de algunos meses, y así fuimos tirando. Se puede decir que una de las cosas que heredé de mi madre mientras mi padre estaba en el sanatorio, fue hacer peripecias con los números. Aún y así, mis padres siempre me pagaban el médico de mi hija, ya que padeció los primeros años de vida un extraño virus que le hacía ahogarse de repente y quedarse casi inconsciente.
Pero uno de los momentos más trágicos en mi vida, fue cuando se fue uno de los mayores apoyos que he tenido en la vida, mi padre. Y fue un 6 de Enero de 1984. El mismo día de Reyes. Esto no solo marcó a toda la familia, si no que a mi hija la dejó marcada para siempre.
Cuando mi hija ya era más mayor, y mi marido se puede decir que ya tenía un empleo más o menos fijo, entonces se volvió a torcer la cosa. Entre la empresa donde estaba por aquel entonces y los sindicatos, hubieron acuerdos, y nos vendieron a bastantes personas. Casi todos creíamos que no estaríamos en la lista para irnos al paro, así que firmábamos un acuerdo donde se nos prometía, a través del sindicato, que se nos defendería. ¡Nunca tuvimos que firmar, nunca! Cuando firmamos, firmábamos nuestra sentencia. Nuestra sorpresa fue el ver que todas las promesas eran incumplidas, y que estábamos en la lista para salir, ya antes de que firmáramos esto. Todo ya estaba pactado.
Sentí tanta impotencia, y tanto rencor, que a medida que han ido pasando los años he ido dejando de creer más en el sistema.
Mi hija, ya tenía doce años, pero seguía siendo menor de edad, y necesitaba de nosotros, mi madre poco podía mantenerse con lo que le había quedado, y bastante hizo toda su vida, los padres de mi marido nos ayudaron en cuanto pudieron, ya no podíamos hacer nada mas.
Y, entre todo este viene y va de acontencimientos, me quedé embarazada de mi segundo hijo, Andrés. Una sorpresa y una gran alegría, a la vez que pensaba en los muchos gastos que se ocasionarían, pero era un niño deseado, y lucharíamos como hasta ahora, todos juntos.

Pasaron dos años, cuando a mi suegro le diagnosticaron un cáncer de faringe, al año, falleció. Un terrible episodio para todos nosotros, y en especial para mi marido, que quedó muy afectado, no solo porque era su padre, si no porque estuvieron trabajando muchos años en la misma empresa, viéndose cada día, compartiendo muchas horas. Siempre había habido tanto amor y respeto entre ellos... Mi suegro era una grandísima persona.

Pasaban los meses, y mi hijo iba creciendo, al igual que mi hija.

La verdad, no se si me podrían considerar una mujer coraje o no, pero he luchado muchísimo, la verdad.
Mi hija durante su adolescencia, empezó con problemas de bulimia, y también de baja autoestima, depresiones, etc. Así que ahora nos tocaba ir de psiquiatras y de psicólogos, para ella. Con tan solo 11 años, recuerdo que ya la empezaron a medicar con ansiolíticos, antidepresivos, etc. Pero no mejoraba. Pasaron los años, y mi hija seguía con problemas. Era una niña de estudiar mucho, sacar muy buenas notas, fue a la Universidad mientras se lo compaginaba con el trabajo y las prácticas, y terminó los estudios de Magisterio. Pero un día fatídico la cosa cambió de golpe, debido a una medicación, mi hija se quedó como si no estuviera en este mundo, no coordinaba bien el habla con nada, ni podía andar bien. La llevamos al psiquiatra que nos aconsejó uno de mis cuñados, y éste le diagnosticó TLP, Trastorno Límite de Personalidad. Indudablemente, a mi hija la despidieron, sin apenas darle ni un duro porque estuvo trabajando en negro más de dos años y sólo cotizó 6 meses, y 1 año de una pizzería. Así que los viajes a médicos, y el vaivén de medicación, fue el comienzo de una nueva pero nada agradable etapa para ella, pero también para nosotros por la parte que nos toca. Las medicaciones iban variando, según su estado, pero tuvimos que ingresarla por dos veces en un centro de salud mental porque ella no mejoraba, le daban brotes de agresividad que no podían controlarse con medicación ni en casa, y por eso tuvimos que tomar esa decisión entre el médico y nosotros. Claro está, mi hijo pequeño, lo iba captando todo, lo iba absorviendo, y mientras mi hija se iba poniendo mejor, entonces fue él quien tuvo que recibir ayuda.

Mi marido, ahora con un nuevo empleo, en cuanto podía me acompañaba en el sinfín de médicos.

Ahora, parece que todo está más estable, han pasado 5 años, y bueno, mi hija sigue en tratamiento por la misma enfermedad y mi hijo va de vez en cuando a una psicóloga para que le ayude a afrontar pequeños problemas que le puedan surgir.
Ahora toca el turno para mi madre y mi hermano. Ya no residen en aquella casa de alquiler, resulta que la propietaria falleció, y se la dejó en herencia a uno de sus nietos, el cual alegó estar divorciado, cosa que se demostró que no era verdad, pero no valieron las pruebas demostradas por nuestro detective contratado para los juicios.
Así que los echaron a los dos, en menos de cuatro días. Intenté recurrir como más de 4 veces, pero la respuesta siempre era mala para nosotros, así que al final, nos trasladamos a un piso de precio protegido, vendiendo antes el piso que nos cedieron con todo el amor del mundo mi padre y mi madre, y arreglamos con parte del dinero una pequeña casa, situada en una de las poblaciones vecinas, y que se nos dio en herencia hace mucho tiempo, años. Así que mi madre se quedó con nosotros, y mi hermano se fue a vivir allí una vez terminada, de mientras también estaba con nosotros.

Ahora durante el día estamos todos juntos. Ana sigue estable, mi hijo también, mi madre quedó en una silla de ruedas hace más de cinco años; Echarla de su casa, la mató. Y yo, su hija, me hago responsable de ella todas las horas del día que puedo, porque por la tarde tengo que ir a trabajar. Mi marido ya tiene 57 años, no tiene empleo, así que la única prestación que cobra es la del paro. Y vivimos con estos dos sueldos, el mío de media jornada, y el de mi marido. Nada más.
Para un total de 6 personas. Mi trabajo de ama de casa no es reconocido, ni el de cocinera. Es una pena, pero no me siento reconocida. Ahora mismo, me encuentro agotada psíquica y físicamente de tanta lucha a mis espaldas. Lo único que me gratifica es lo feliz que me hace mi madre cuando por ejemplo le doy el desayuno, y me responde con una sonrisa, o me dice: “ Si no fuera por ti, hija mía” Pero el trabajo de casa es muy desagradecido, bueno, y el del trabajo también, cada vez te exigen más, por el mismo sueldo, y tienes que aguantar porque si no, no tienes para alimentar a tu familia.
Mi hija, no nos puede ayudar demasiado económicamente, aunque nos ayuda, porque tiene sus propios gastos, y mi hijo ahora está estudiando, y prefiero que se saque los estudios bien, sin mezclarlos con muchas cosas.

Por eso, al ver la evolución de mi vida, pienso: “ He sido feliz, pero en toda mi vida me he dado cuenta que la felicidad es puntual, y que sin lucha no hay frutos, lucha por la familia, lucha por la vida, lucha por el trabajo, en definitiva lucha por la disgnidad como mujer, como persona.
No quiero, desprestigiar en ningún momento, el papel que han tenido los hombres. Que he visto, que conozco o/y que han convivido conmigo. Ellos trabajaban en la época en la que yo era más pequeña, y eran los que aportaban la mayoría del dinero a casa, pero en este aspecto mi madre nunca flaqueó, cuando tuvo que trabajar lo hizo, antes de estar con mi padre, en una casa sirviendo ( que era lo más habitual para las muchachas sin apenas estudios, en de la época ) y mientras estaba con mi padre, cuando él cayó enfermo, por ejemplo, nos cuidaba a todos los que estábamos en casa. Como ya he contado con anterioridad, mi hermano y yo, éramos los que aportábamos el dinero en casa en aquella mala época.
Yo, la verdad es que cuando comencé a trabajar, ya no paré, ni teniendo familia. Trabajaba y trabajo el doble, dentro y fuera de casa.
Los derechos de la mujer, pienso que se han visto violentamente dañados con el tema de la igualdad de género, a nivel personal creo que ahora trabajamos más. Es cierto también, que hay parejas que se combinan a la perfección, el trabajo de los dos con la casa, pero eso cuando mis hijos eran más pequeños no pasaba, al menos en mi caso. Ahora mis hijos ya son grandes, pero por el tema de la crisis, da la casualidad que la única que ha conservado el puesto de trabajo soy yo, y claro, ahora me tengo que combinar, por las mañanas la casa, y todo lo que conlleva, y por la tarde el trabajo. A parte de estar por las necesidades de la familia. Mi marido me ayuda en lo que medianamente me puede ayudar, y ya es mucho, pero aún necesitaría una bocanada de aire fresco de vez en cuando y alguna ayuda más... Así que mezclando los derechos, con las obligaciones y la igualdad, creo que hemos salido perdiendo en algunos aspectos, como los del ejemplo que he dado.
Por eso me hago esta pregunta: ¿ Derechos? Posiblemente, los de ocupar cargos públicos o no públicos que antes eran impensables, el poder votar, el poder trabajar fuera de casa, etc. Pero, que el machismo sigue presente en muchos sitios, sí, en muchas casas, también... Muchos hombres todavía creen que somos sus madres, sus sirvientas o bien que pueden “ abusar” de nosotras. En algunos aspectos, o nosotras nos hemos espabilado mucho, o ellos no han evolucionado, por comodidad, por la enseñanza que han recibido des de pequeños mezclada con la educación que han percibido de sus casas, porque algunos se creen “ macho men” y que pueden hacer con nosotras lo que quieran,etc. Al menos algunos casos pueden identificarse con los ejemplos que estoy poniendo, seguro que alguno en nuestro entorno conocemos. En compañeras/os de trabajo, en amigas/os, en familiares, etc.
Así que los derechos penden de una cuerda, en muchas ocasiones.
Mientras pasan los días de mi vida, esperaré entender realmente en qué hemos evolucionado realmente las mujeres. Si se están cumpliendo realmente, los derechos fundamentales de la mujer que también van ligados con los derechos de cualquier ser humano. No nos quedemos en los derechos superfluos, y profundicemos en los derechos de la mujer de a pie, y si éstos se cumplen.
La dignidad de la mujer, no debe ser mayor ni menor a la del hombre, al igual que los derechos u obligaciones, pero deben ser una realidad palpable. Hemos evolucionado, quizás, pero miremos la vida del día a día, la convivencia dentro del seno de una familia, de un trabajo, los roles que adoptan o que ya se le han adjudicado a cada uno, etc. Y nos daremos cuenta posiblemente que algunas mujeres, todavía viven encadenadas injustamente en un pasado. Un pasado que en teoría tenía que ser historia para aprender a no cometer los mismos errores, pero que sin embargo, estamos bordando con oro en el presente, los NO derechos que un día logramos suprimir de nuestras vidas.
Un día luchábamos por tener lo que ahora, poco a poco, el sistema nos está quitando, recortando, modificando. Tenemos que considerar que no fue una lucha en vano, y que debemos volver a luchar por aquello que perdimos un día, y también por aquello que aún nos queda. Si tiramos la toalla, lo habremos perdido todo. LA DIGNIDAD.

Andrea

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