UNA TARDE DE CINE
Me acuerdo perfectamente de aquella
tarde. ¡ Vaya si me acuerdo! Había quedado sobre las seis de la
tarde con mi mejor amiga para ver una de esas películas tan
romáticas típicas del cine actual de los productores, guionistas,
etc de Hollywood. Su nombre era “ City of Angels” ( Ciudad de
Ángeles ) la actriz Meg Ryan y el actor Nicolas Cage eran sus
protagonistas, y la verdad, es que su sinopsis nos atraía bastante.
Estábamos en la edad “tonta” como
lo digo yo ahora... tonteando con chicos del instituto, y esas
cosas... pero claro ni a ella ni a mi, por mucho que nos surgiera un
pretendiente con ganas de ver una película que ellos denominaban
“empalagosa” al lado de una de las de acción, muerte y
destrucción, nos dejaban ir con un chico. No es que fueran los años
60, pero en esa época yo convivía más con mi abuela que con mi
madre, por situaciones de trabajo, y claro las abuelas educan de una
manera según la época de les haya tocado vivir.
Ya, antes de llegar, tenía un
presentimiento... no era demasiado bueno, la verdad.
Personalmente, me gusta saborear una
película que parece que puede ser buena, tranquila, fijando mi
atención en ella, etc. porque a parte de otras cosas, para eso pago.
Bueno, todo hay que decir y este es uno de los datos que desencadenan
a la tragedia, por decirlo así, que en los cines de hace unos años,
no tenías que subir la montaña del Everest para ir hasta tu
butacón, como los de ahora, ni los asientos estaban colocados de tal
modo, que no te molestaba nadie de delante a la hora de ver la
película con toda tranquilidad, disfrutando de la vista panorámica
que no había en casa.
Llegó la hora de entrar a la sala,
eran las siete y media. Antes de ir al cine teníamos la costumbre de
ir con tiempo, para coger unos buenos asientos, y también echar unas
risas mientras esperábamos para ver la película.
Entramos en la sala, y nos sentamos en
una de las filas del medio de la izquierda.
¡ Ya empieza ! ¡Y mi presentimiento
también! Por la puerta de la derecha, veo entrar a un hombre de
mediana edad, de un metro ochenta aproximadamente, junto a su pareja.
¡ Dios! ( Yo cruzando los dedos, para que se fueran a otra fila )
Titubeaban entre las filas de la derecha y las de la izquierda donde
estábamos nosotras dos... Y justo, cuando el hombre, para mi suerte,
se decide a sentarse en la fila donde no estábamos nosotras, su
pareja lo coge insistentemente de la chaqueta, y dándole unos
besitos detrás del lóbulo izquierdo de la oreja, lo arrastra hacia
la fila justo enfrente de nosotras. ¡ Lo sabía! Mi amiga no paraba
de reírse, porque encima a ella le tocó detrás de la novia que
mediría más o menos como nosotras, pero él me tocó a mi... y
encima ¡ Con unos pelos a lo “afro”, que no veas!.. Acompañando
su altura, con un ruidito incesante de una bolsa de palomitas, que
parecía que no se acababan nunca... Mi amiga me miraba y se
tronchaba de risa, y yo estaba atacada de los nervios... me pasé
toda la peli intentando ver algo... y escuchar algo... porque encima
el sonido de ese cine que fuimos no era de muy buena calidad que
dijéramos.
Acabó la película. Nos quedamos mi
amiga y yo solas en la sala, porque ellos se habían marchado. Encima
lo gracioso, es que tenían sitio de sobra para escoger... pues nada,
su cabeza delante de la mía. Y mi amiga en acto de calmar mi furia
de Tauro, me hizo ver el lado bueno de la tarde como siempre solía
hacer con todo, y me dijo: “ Fíjate, veníamos a ver una película
romántica que seguro que hubiéramos acabado llorando, pero sin
embargo, mírale el lado positivo para reírte de lo que nos ha
sucedido. Primero hemos pasado una tarde entre dos amigas, tú y yo,
y segundo, aunque no lo creas, cuando lo medites acabarás
sonriendo... seguro que si la hubieras visto, hubieras acabado
triste. Me dio un tierno abrazo, y salimos del cine... mientras me
daba unos golpecitos en la nuca, diciendo: - Hay... esta Sara.
Comprendí que una película es una película que puedo verla
repetida miles de veces, pero los instantes, los momentos, no se
repiten nunca.
Gracias Sílvia por estar siempre
ahí.
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